El escenario estaba desnudo como nuestras almas. Abierto a lo que pudiera pasar. Entonces salió él, desprotegido y torpe, intentando abrir un tendedero. Me sentí identificado, porque poseo una penosa habilidad para no entender ese tipo de artilugios aparentemente sencillos. Aquella escena era un trampantojo de lo que vendría después, un exceso de risas para pillar a mente y corazón desprevenidos. Comenzó a llover tras la ventana dibujada en la cámara negra, y el rostro de él se entristecía mientras colgaba sus lágrimas de lluvia en el tendedero. Lágrimas volátiles y pasajeras, porque, como un suspiro, como una brisa acariciando nuestros rostros, apareció el amor, sutil, elegante, etéreo… Era ella y en ese momento, la magia del teatro me removió y me hizo parte de lo que alli ocurría. Quienes sienten esa fuerza fascinante del teatro, esa puerta que se abre a la realidad pura, esa luz poderosa que irradia y enciende y quema las entrañas, que lo cambia todo, me entienden.
Pero la lluvia no cesaba al son de una música embriagadora, y él aprovechaba hasta el último sorbo de ese maravilloso amor, que unas veces era agua fresca, otras viento huracanado o abrazo de aire. Y ella se fue apagando, despacio como las candilejas, y ella suavemente murió, con la misma dignidad elegante con que mueren las personas extraordinarias. Más que morir ella, le ayudó a él a morir, porque no muere el que se va sino el que queda.
Y pasó el tiempo. Ella no se fue. Estaba en el reloj, en la lluvia de la ventana, en el perchero blanco, en el paraguas rojo, estaba las cosas pequeñas y cotidianas. Qué bella la escena en la que le ayuda a planchar sus lágrimas de papel. Con que delicadeza abre una puerta a la esperanza.
De repente, la sonrisa intentó entrar en su vida, pero él la rechazaba porque sus articulaciones estaban caladas de tristeza.
Salió el sol, y la sonrisa se fundió con la tristeza, no podía ser de otra manera. Cuando perdemos a un ser querido ambas se apoyan hasta crear un vínculo maravilloso y necesario, venciendo al muchas veces odioso tiempo.
Y acabó esta maravilla, todo un canto al amor, con la más fascinante contradicción de la vida.
Así sentí esta experiencia, así participé en Lluvia, una obra de teatro sublime de la compañía vasca Markeliñe. Un precioso poema visual que ha obtenido el Premio FETEN 2017 al mejor espectáculo. Vayan a verlo.
Lluvia (Euria)
A partir de 7 años
Duración:60 min,
CALENDARIO:
19/02/2017
Herriko Antzokia
16:30.
ELGOIBAR
05/03/2017
Kurtzio Kultur Etxea
18:00.
SOPELA
11/03/2017
Biteri Kultur Etxea
12:00.
HERNANI
12/03/2017
Serantes Kultur Aretoa
12:30.
SANTURCE
19/03/2017
Larratxo K. E – ALTZA
17:00.
DONOSTIA
31/03/2017
MOSTRA D´ IGUALADA
Teatre Ateneu
11:00 y 15:30.
IGUALADA
02/04/2017
Lonbo Aretoa
12:30.
ARRIGORRIAGA
09/04/2017
San Agustín Kultur Gunea
18:00.
DURANGO